Le preguntaron a san Agustín que cual era la mayor virtud y contestó que la 1ª, la 2ª y la 3ª y por este orden eran: la humildad, la humildad y la humildad. Cualquier otra virtud sino va acompañada de la humildad deja de ser virtud.
Siempre a nuestro alrededor se mueven personajes que todo lo hacen para la recompensa posterior; cargos y prebendas son el objetivo de su actividad y que basan su superioridad moral, física o intelectual en sacar de su base de datos todo lo que han hecho por nosotros y que les hace imprescindibles en todo y para todo.
Muestran sus cargos antiguos o actuales como cargas, buscan la palmadita pasada, presente y trabajan para la futura; realizan amenazas apocalípticas cuando dejemos de disfrutar de su presencia, nos condicionan nuestra felicidad a su necesaria compañía y muestran los logros comunitarios como consecuencia unívoca de su imprescindible presencia.
Generalmente mantienen en la dialéctica ventajosa del chantaje de su salida, el dialogo sordo con los que no concuerdan; y desaparecen de nuestro entorno si pierden poder, cargo o hasta la siguiente publicación.
Son imprescindibles... para ellos mismos, no para lo demás.
"Nos da la lección magnífica de su silencio. Otros, cómodamente, nos aconsejarán desde sus casas ser más animosos, más combativos, más duros en las represalias. Es muy fácil aconsejar. Pero Matías Montero no aconsejo ni habló: se limitó a salir a la calle a cumplir con su deber,..." (JAPR)